Podría titular esta entrada de otro modo, pero me resultaba tentador relacionarla con la de ayer, sobre los semáforos y las formas que hubiera en ellos (masculinas o femeninas o androides, pongamos. La verdad es que, quien se sienta identificado con el semáforo no anda muy bien de la mollera, a no ser que se crea Iron-man o algo parecido...)
Y es que, dandole vueltas a la paridad famosamente conocida, me encuentro esta mañana en el recreo con los enanos que mis niñas cantan una canción muy divertida (más aún para los partidarios de la igualdad exacerbada de géneros por encima de todo)
La papilla del bebé
Es muy rica y nutritiva
Tiene muchas vitaminas
La A, la B, la C
a- b-c, chocolate y té
Nosotras las mujeres
Enseñamos a los hombres
Caras de mosqueo,
Amor y coqueteo.
Chicle, bombón
Cámara de acción.
Chinita y japón
Media vuelta y pom.
¿Se han vuelto majaretas las niñas y están reivindicando su papel hiper-femenino en la vida? ¿A quién se le ha ocurrido semejante disparate de canción? ¿Deberíamos reconducir la canción y transformarla en otra cosa?
Por el momento, un monitor del campa lo intentó. Pero... la nueva versión que incluia que las mujeres enseñamos a los hombres kárate, judo y nosé que más no ha triunfado demasiado.
La culturilla de patio escapa a la comprensión de nociones de paridad, discriminación u lo que sea.
Ni que decir tiene que si por mí fuera cambiaría esa forma de entender los géneros: la mujer el lado hipersensible y emocional. Y el hombre ese personaje que no manifiesta sus emociones, de mirada impenetrable. Tanto que, como dice la canción, para poner caras o expresar sus emociones tiene que ser enseñado por una mujer.
Claro que, en cierto modo, tampoco nos deja tan mal. Yo diría que en estos tiempos que corren, la expresión emocional se ha vuelto un valor en alza, y ser consideradas las maestras de la emoción es más bien un halago.
En el fondo me preocupa más la contra-imagen del hombre que no sabe expresarse.
martes, 29 de julio de 2008
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