Echo de menos tener inquietudes filosófica. El tiempo lluvioso y la vida dublinesa se ha cargado mis ganas de leer filosofía, no sé muy bien porqué (debería ser al contrario)
Por eso, con nostalgia de lecturas realmente profundas vuelvo a postear este texto que me costó muchísimo, pese a lo corto que es.
Mente de águila, mente de cordero. – Sara Escuredo Sanz
Me quito el sombrero metafóricamente hablando ante Nietzsche, pese a que sus improperios contra el cristianismo sean salvajes y a veces un tanto crueles.
Si realmente lo hago es por su famosa metáfora (entre imágenes anda el juego como se puede ver) del águila y el cordero.
Él define dos tipos de moralidades: la de los fuertes (las águilas) que históricamente han gobernado y dominado a otros humanos, la "nobleza" y la de los débiles (los corderos que se dejan comer por las águilas, y en vez de emprenderla a patada limpia con estos bichos alados, les tienen incluso "simpatía" o "compasión" desde lo que él define como la moral de los resentidos.)
Y esto es porque se trata sin duda de que las águilas pueden volar, y los corderos se conforman con lo que tienen, desde una suerte de "humildad", aceptando su desdicha de una forma natural. Y así, añade el autor que las águilas encuentran simpáticas a estas criaturas que no se defienden, porque están riquísimas en pepitoria, según el autor.
Bien mirado y desde una postura crítica hacia la visión del cristianismo como una especie de "pompa de la felicidad" desde la cual no se puede hacer mucho con lo que Dios nos ha dado, Niestzche podría tener razón en afirmar que un Dios que defienda la inmovilidad de las personas no merece la pena vivir entre nosotros. Por mí que se encuentre bien enterrado a ser posible. No debemos estancarnos y convertirnos en corderos impasibles ante la injusticia (propia o con otras personas) porque esa forma de actuar nos hace inhumanos.
Y es que desde un concepto de que "todo está escrito" y "nada queda por hacer", caer en esta inmovilidad es bien sencillo. Pero por fortuna estos conceptos son dignos de una parte de la Biblia - y de una ínfima parte de los creyentes-. Desafortunadamente, Nietzsche vivió una religión de la que aún quedan residuos, según la cual la vida más adecuada es la del corderito indefenso que ha de dejarse picar por el águila y que tiene su vida ya predeterminada desde el principio, por los designios de un señor al que llama Dios Todopoderoso.
Pero…por fortuna no todos estamos dispuestos y dispuestas a tolerar que un Dios así se adueñe de la vida de la gente, y sobretodo de los medios de comunicación y de las mentes de la gente que cree que ser cristiano o cristiana consiste en reaccionar contra todos los cambios que se producen en la sociedad, sean positivos o no.
Si fuera tal y como sugiere Nietzsche en su libro (“La genealogía de la moral”, tratado primero), ¿Para qué resucitaría Dios a Jesús una vez? ¿Por qué se molestaría en sanar Jesús a los ciegos, a los leprosos o en ayudar a las mujeres necesitadas?
Precisamente lo que este autor no llega a decir es que, desde el punto de vista del águila que se cree más fuerte que nadie, no queda opción para el crecimiento. Es el águila el que está enferma de sangre y de dolor, porque se ha quedado estancada y depende de sus víctimas para poder sobrevivir.
Más aún, ahondando en el concepto de humildad, la humildad no debería consistir en no querer evolucionar o mejorar.
Se puede encontrar otro sentido a la crucifixión y a la moral "de los corderos": La fragilidad es el punto de partida de transformación de las personas. Desde el punto en que Jesús teme que su Padre se haya olvidado de él hasta el punto en el que se produce una transformación en confianza en su palabra. El renacimiento no se podría haber producido sin una muerte anterior. Es lo que hace posible el cambio. Lo importante es cómo la vida renace tras pequeñas muertes.
Es bien fácil quedarse con la interpretación primera, en la que se dice que hay que "poner la otra mejilla", como una especie de masoquismo existencial, que te dice que tienes que dejarte pegar, o comer por otras personas-águilas.
Pues bien, yo digo que poner la otra mejilla es estar dispuestas y dispuestos a correr riesgos y a que la realidad nos abofetee de vez en cuando en vez de vivir vidas cómodas sin problema alguno, cosa por otro lado imposible de llevar a cabo.
Lo que hace posible la transformación es saber dejarse tocar por el dolor, además de por la alegría. Y esto tiene su propia lógica en un vivir, en el que hay momentos para todo. Sin aceptar el dolor en la vida tampoco se puede vivir con fuerza. Ese es el poder de los corderos frente a las águilas en la metáfora de Nietzsche. La capacidad para reponerse y transformarse o dejarse transformar por los acontecimientos.
Y es así, como el corderito empieza a tener patas para correr que lo permiten llegar un poco más lejos de lo que se podía imaginar desde un principio.
Espero encontrar algún libro de filosofía que me enganche, porque últimamente no encuentro ninguno. Incluso en inglés estaría bien. ¿Alguna recomendación?
viernes, 11 de noviembre de 2011
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