miércoles, 2 de abril de 2014
Edward Munch: El grito.. uaaarrgggg
Me entran ganas de gritar cuando vuelvo de vacaciones, y pienso en tantas cosas buenas que hay en mi país original. En mi ciudad, Madrid.
¿Que echas de menos? Pregunta la reportera de Españoles por el mundo. Y podría responder tantas cosas!
La eñe, los tacos españoles, la salsa brava en las patatas, el alioli bien hecho, las tapas grandes y buenas (hay tantos Tapas Bar en Dublín, que da la impresión de que se puede comer lo mismo...pero...no, not really!)
El chocolate denso, sí, ese chocolate que sirve para comer con churros (Imaginate usar colacao en vez de chocolate de verdad...vaya tongo. Pues eso, aquí no hay churros y el mejor chocolate es como colacao pero con azúcar y marsmallows. Bueno, marsmallows son eso, nubecillas dulces.)
¿Qué más?
Echo de menos el buen pan que sabe bien y que cruje maravillosamente, los tomates rojos, las frutas maduras, el aguacate de verdad, la maravilla de hablar español... Y el sol, esa bola grande que da calor. (Aquí tenemos una bola pálida que no da calor).
Y la sinceridad española, la costumbre de hablarnos a la cara y decir directamente lo que nos pasa sin rodeos bobos...
Y...
Espera.
Creo que estoy cayendo en el mismo defecto que toda persona española en otro país: La nostalgia.
Si os soy sincera, no echo de menos tantas cosas, que podría llenar también líneas:
No echo de menos la falta de ética del gobierno, la falta de derechos en el trabajo, la explotación, la manía de hablar a grito pelado como si quisieramos que nos oyeran en el otro extremo del bar, la manía de ponernos nerviosos e impacientes y soltarlo a los cuatro vientos, la impaciencia española , la falta de conciencia social (hasta que nos tocaron el bolsillo y reaccionamos), la costumbre de no entender otras culturas y criticarlas abiertamente sin tratar de hacer un esfuerzo.
La falta de conciencia sobre la gente inmigrante (y quién nos diría que ahora somos los que nos movemos de país, e incluso de continente, pidiéndoles ayuda a aquellos que rechazamos llamando malamente "sudakas") La cantidad de policías que pueblan las calles cada vez que se pide justicia al gobierno español.
Pero...espera, ahora resulta que echo de menos algo realmente importante, realmente vital para mí y para mucha gente:
La sensación de Pertenecer a la misma cultura.
Y compartir algo que no se puede aprender, que está ahí desde que empecé a hablar.
Y mis raíces.
Es como el cuadro de el grito: Me siento estirada, con las raíces en un lugar, pero la vida en otro. Con parte de mi familia allí, y mi novio y mis amigos aquí.
Es extraño, si, pero es así como me siento a veces. No quiero volver, pero quiero volver. No me quiero quedar para siempre, pero tampoco me quiero ir.
Ahora bien, esta sensación desaparece cuando, los fines de semana veo a los míos de aquí. Entonces, me siento bien, como si esa indecisión vital no existiera. Cuando Manu cocina cosas ricas, que nunca hubiera probado en mi vida. Cuando vemos películas, vamos de conciertos y hacemos cosas que nos gustan en el tiempo libre.
Entonces, mi cara de grito desaparece, y me transformo de nuevo en mí, íntegra, completa y satisfecha de estar aquí. De ser una buena educadora infantil, de luchar por lo que creo y de hacer a los peques felices (no siempre, a veces tengo que pararles los piés si hacen algo que no deben, y eso no les hace felices).
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