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jueves, 5 de febrero de 2009

Winnie de Po no sería buen educador

El educador o educadora debe ser una persona sensible

Si sensible, pero no sensiblera, emotivista o de flacidez emocional. Que no es lo mismo: no es igual saber que tienes emociones, a pensar que tus emociones son tu única guía, y que, tienes que dejarte arrastrar por ellas.

Es que actualmente prima una especie de teoría colectiva consistente en pensar que "el profesor debe ser adorable".
Siento ser tal vez un poco brusca. Seremos profesionales agradables, educados o educadas, acogedores o acogedoras, pero el que quiera un Winnie de Poo que se lo compre en cualquier sitio que le apetezca (vease jugueterías o librerías).

Y no es que me abstenga de ser una persona abierta o que escuche, pero es que me da tanta rabia esa maldita costumbre de tener que ser hiperempalagosa para que la gente diga: anda que maja esta persona.
Sospecho muchísimo de los profesionales (ahora porque estoy en la universidad, pero en el campo de la Educación Infantil también son legión) que sonríen de una forma zafia, que tratan de venderse y luego ¿qué? pura farsa, no son más que máscaras vacías, gente que necesita verse reflejada en el espejo de los demás. Que muchas veces mienten para tapar la verdad.

¿y a quién no le ha sucedido esto alguna vez? Bueno, a todos seguro. La diferencia está en que no es igual querer verte reflejada en el espejo de tus amigos, familia u otras personas más cercanas, que querer que todo lo que digas quede grabado en las mentes de tus alumnos y alumnas. Es el peligro que encierra la profesión del profesor. (aunque no dejo de pensar que en el fondo todo el mundo tiene cierto narcisismo pedagógico no dañino en niveles aceptables.)

En realidad, tanto la tendencia a querer que los profesores sean adorables como la tendencia a satisfacer expectativas de adorabilidad es una farsa, dado que en el fondo con lo que nos encontramos es con una Universidad cuajada de bondades aparentes y vacía de contenidos realmente interesantes para la profesión.
Una auténtica lástima, porque confundimos una cosa con la otra: contenido con apariencia.

Nos creemos que porque un profesor sonríe más es mejor profesor que otro que no lo hace tanto. Aunque, afortunadamente, al final nos acabamos dando cuenta de que las lagunas en el conocimiento pedagógico lo son, con o sin sonrisa.

Afortunadamente, la idiotez no es eterna.

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