Urbanismo Protesta

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sábado, 25 de septiembre de 2010

De la lógica del autosacrificio a la lógica del amor...

Es complejo crecer en una lógica cercana a la negación de una misma, para volver a la lógica radical del amor y la coherencia interna.

¿De qué estoy hablando? Buena pregunta. De cómo es complicado pasar de cierta esclavitud y cierta lógica de la negación de uno o una misma, a la lógica de dar lo que realmente se quiere dar porque existe una correspondencia, una equidad en lo que se da y recibe, no siempre perfecta.
Existe una ética arraigada en la negación personal, el sacrificio, la casi autoinmolación por los demás (que se ha hecho llamar cristiana, quizá erróneamente) y una ética más arraigada en la lógica natural del amor.

El amor es armónico, natural. No se basa en un intercambio comercial de naturaleza material, aunque se sustenta en lo material (tenemos cuerpos, vaya, manos para acariciar, brazos para abrazar, es evidente).
Sin embargo, la lógica del autosacrificio por los demás, aunque posee una parte sabia de generosidad y despierta en los demás cierta atracción y confort, tiene una parte negativa que puede hacer que las personas recaigan en el egoísmo, un tipo distinto de egoísmo defensivo.
Para que se me entienda, si yo siempre doy hasta la saciedad y no dejo nada para mí, me sentiré indefensa, dependiente de las respuestas de la gente a lo que yo doy, vacía de contenido alguno.
En cambio si ofrezco siempre desde lo que puedo ofrecer, dejando una parte de mí sin compartir, para mi propio regocijo, será más fácil sentir que la generosidad realmente me deja a gusto. Más allá de esperar que la gente me devuelva lo que me falta, disfrutaré sin compromiso del mismo hecho de compartir con los demás ese espacio común, y de tener algo para mí misma.

Puede sonar evidente, o quizá simplista, pero generaciones enteras de madres han seguido la lógica del dar sin parar, olvidándose de su propia vida, y al final las mujeres que las seguimos pensamos que llegaremos a algún lado así. Y eso es lo que hace que las madres nos parezcan pesadas, o quizá a veces un poco sobreprotectoras, invasivas o irascibles...
¡¡Normal!! Si yo no hubiera tomado mi propio camino, quizá estaría repitiendo los mismos patrones familiares, nada recomendable, y no es que me queje de mi familia, tienen como todas las familias cosas buenas y malas. En cierto modo, crecer es reconstruirse, conservando siempre aquellos valores buenos, en la medida de lo posible.
Es más sencillo de lo que parece, se trata de ser capaces de ofrecer desde lo que se puede. Sin esfuerzos innecesarios. Sin dejar a un lado la propia forma de ser y pensar.

viernes, 3 de septiembre de 2010

La muerte y los niños

Vida y muerte. Todo sucede a la vez. Apenas cuatro meses después de que naciera Ellen en la familia en la que estoy de aupair, se murió el abuelo, Granda Jack, para los peques, acontecimiento que ha tenido gran impacto en los niños. Ahora voy a contaros algo que me ha dejado grandes dudas sobre cómo hacer que los peques acepten la muerte dentro de la vida, como un hecho natural.

Los niños no son conscientes de la vulnerabilidad del ser humano, de que podemos repentinamente desaparecer, o quedar reducidos a un cuerpo, y el alma, simplemente volatilizarse...un concepto difícil hasta para los adultos.

¿Cómo puede un niño entender que su abuelo hasta ahora un ser vivo, ya no sonríe más, o no puede dar más abrazos...?

Me han contado que la abuela insistió en llevar el cuerpo a casa y velarlo (eso se hacía antes en los pueblos, según me ha contado mi madre) y era algo bastante normal.
Los niños insistieron en ver a su abuelo (con 3 y 5 años, no juzgo, sólo cuento) y que después de verlo, estaban impresionados, eran conscientes de que era como él pero que no era él.

Ha pasado una semana y poco, y los niños hacen muchas preguntas sobre la muerte (a los padres, a mí todavía no) y cada vez que jugamos, en los juegos de simulación los niños siempre repiten frases como "this bady is death"...Y me miran
Sobretodo el de tres mata a los malos cada dos por tres, pero lo curioso es que los revive inmediatamente. Es como si no quisiera reconocer que hay un fin para todo. Yo creo de hecho que lo está procesando a través del juego.
Esta mañana, jugando con los coches, el nombre de uno de ellos, era Granda Jack, y era el más rápido de todos, según Charlie.
Después me contó que su abuelo se había puesto malo, en el hospital y que había muerto, y que estaba triste, que todos lo estaban. E inmediatamente cambió de tema y se puso a jugar con los coches.
Otro día, el mayor cogió un periódico, donde salía la foto de su abuelo, y me contó que ese era su abuelo, y que salía en la foto con otra gente.Otra vez me repitió que se había muerto.
Precisamente ese día fuimos al cementerio, a petición del mayor, porque quería ver a "jesús" (no me preguntéis, son cosas de niños) y estuvimos dando una vuelta por el cementerio- increible pero cierto- con otros niños vecinos, y se dedicaron a jugar entre las tumbas. Y Jack (el de 5) mencionó de nuevo a su abuelo. El pequeño le preguntó a su madre si había gente debajo de las lápidas. Y la madre le dijo que había cuerpos, las personas se habían ido al cielo.
Que su abuelo estaba seguramente en el cielo y no en una tumba.

Es una de las muchas formas de asimilar la muerte, seguro que hay familias que lo harían de otro modo diferente. A mí me parece una buena forma, aunque aún no sé si hay ciertas cosas que se deben ocultar a los niños o no. La inquietud de los niños en cierto modo me da qué pensar acerca de si, ver a un familiar que ya no está vivo es algo adecuado o es algo que se debe evitar.
Preguntas con pocas respuestas por el momento. No sé si alguien me lee alguna vez (dadas las circunstancias es complicado, habiendo tanta información en la red). Pero si alguien tiene respuestas, estare agradecida.