Urbanismo Protesta

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miércoles, 16 de diciembre de 2009

¿Existe la playa?

¿Queda playa bajo estos adoquines? ¿la hubo alguna vez?

Leí hace poco un texto en tuenti sobre los veintitantos que hablaba sobre la edad que vivimos y el ocaso de los sueños adolescentes (libertad, vocaciones perdidas, búsqueda de un sitio que apenas parece existir para nosotros...etc)bastante deprimente, y me sentía en la obligación moral de responder, de gritar que no es para tanto, que ese "vacio de lugar" que algunas canciones predican no es real.

Es más...la adolescencia nunca fue un momento estable. No conozco a nadie que haya disfrutado plenamente del hecho de tener exceso de hormonas, o escuchar todos los días cosas como "estos chavales tienen un pavo..."
Tampoco recuerdo que fuera una alegría sentir que hay que ser como los demás, o que si no llevas esas marcas, no eres "guay".
La inseguridad, las emociones intensas que casi duelen, las ganas de escapar hacia cualquier sitio, allá donde tus ideales te lleven, tampoco son cosas envidiables.

Puede que no todas las personas lo pasaran igual de mal (o de bien) pero para mí los ventitantos han sido una etapa de liberación (al menos en el sentido emocional) y de construcción personal.
Los que se lamentan de que no hay sitio, no se dan cuenta de que cuanta mayor es la crisis más necesidad de formación y de crecimiento tendremos que experimentar.
Cierto es que no hace sentirnos como si no tuvieramos suelo bajo los pies, e idealizar esos momentos en los que todo nos lo daba la familia y en los que los amigos podían salir a la vez y en grupo. Aún a nuestra edad queda gente que se comporta como si tuviera 15 años, porque se niega a aceptar la responsabilidad de crecer y el hecho de que nos hacemos mayores (a ver, ¡qué remedio!)

Y otra de las grandes mentiras es eso que se oye a veces de: bueno, pero ¡nuestros padres al menos tuvieron trabajo!
Ellos también vivieron cosas difíciles. No había calefacción o agua caliente en los pueblos de los que algunos vienen (al menos los míos), y tampoco tuvieron ocasión de estudiar tantas carreras como nosotros. No tenían I-pod o ordenador para lamentarse, y por eso en vez de hacerlo, trabajaban donde podían hacerlo, ya fuera limpiando la calle o alguna casa, o haciendo lo que fuera necesario para salir adelante.

Mirando nuestras vidas se puede hasta decir que para nosotros la crisis se trata de un reto más que de una vida llena de penurias. Al final, cuando lo aceptas se convierte en algo hasta emocionante. La aventura de construir tu vida poco a poco. La aventura de levantarte con cada caída o con cada error. Y sobre todo la emoción de ver que cada vez fallas menos y te duran más los trabajos o las relaciones. (ande yo caliente y ríase la gente)
Y ya no solo quiero hablar de mi propia vida. También quiero hablar de esas otras vidas que necesitan ayuda de gente como nosotros, bien alimentados y llenos de energía, si es que somos capaces de levantarnos y dejar de mirarnos el ombligo lamentándonos.

Claro que hay playa. Y aún nos quedan energías para encontrarla bajo los adoquines de la ciudad.

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