Volver...

Volver a casa es como recorrer en un suspiro el camino que va desde los olores, colores sabores, hasta lo más íntimo de tu alma en un momento. De pronto estalla todo aquello que habías olvidado, se abre como una flor, y queda esa esencia típica de tu familia, tus amigos, tu país, ese lugar del que procedes y que tanto has odiado en algunos momentos de tu vida, pero que ahora, por un momento tiene un color especial, una familiaridad que te envuelve y te acaricia.

Volver es saber que tu ciudad no te pregunta por tu origen, ni espera de tí más de lo que naturalmente te sale, porque sabes por dónde vas, y a dónde dirigirte, y no tienes que preguntar en un idioma extranjero, sino en el tuyo propio las cosas.

Volver, es saber que, aunque sea apenas una semana, siempre has tenido una patria, una procedencia u origen y que por mucho que te empeñes otros países nunca serán lo mismo para tí.

Volver también, es saber que en la propia llegada está el adiós, ya te has ido, ya tienes una vida tomando forma en otro país, por corta o incierta que sea la duración de tu estancia.
Ya has dicho adiós y estás diciendo hola, pero por poco tiempo.

Y es que, es precisamente la ausencia de eternidad lo que hace que las cosas sepan a gloria. Que sean plenitud encarnada en un suspiro de tiempo.