Si he de vivir sin ti, que sea duro y cruento,
la sopa fría, los zapatos rotos, o que en mitad de la opulencia
se alce la rama seca de la tos, ladrándome
tu nombre deformado, las vocales de espuma, y en los dedos
se me peguen las sábanas, y nada me dé paz.
No aprenderé por eso a quererte mejor,
pero desalojado de la felicidad
sabré cuánta me dabas con solamente a veces estar cerca.
Esto creo entenderlo, pero me engaño:
hará falta la escarcha del dintel
para que el guarecido en el portal comprenda
la luz del comedor, los manteles de leche, y el aroma
del pan que pasa su morena mano por la hendija.
Tan lejos ya de ti
como un ojo del otro,
de esta asumida adversidad
nacerá la mirada que por fin te merezca.
Julio Cortázar.
Y digo yo, sr. Cortázar, ¿Eso es amor, o más bien la inercia de la comodidad que acecha a las relaciones de pareja?
Porque, si algo es verdad es que el amor debe ser algo presente y no el idealismo de la distancia, o el falso sentimiento de pérdida, una vez se ha deshecho una relación.
No obstante, me encanta esa frase que hace referencia a la escarcha en el dintel de la puerta.
Bien mirado, se aprecian mejor las cosas cuando se percibe la posible ausencia de comodidad futura o cuando se sabe que nada va a durar para siempre. Estamos hechos de suspiros de tiempo. Y más nos vale aprenderlo.
sábado, 3 de mayo de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario