Urbanismo Protesta

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lunes, 14 de julio de 2008

Adobes, sol y pequeñas lecciones sobre la vida

Suena el despertador.
Gruñidos de desaprobación y cierta vagancia nos invade. Desde la fría habitación del sindicato me preguntaba cómo se me ocurrió viajar tan lejos, para levantarme tan pronto (a las 8 de la mañana más o menos) para ver la obra de los chavales que están de campamento con Victoriano (para algunos la pesadilla parlante, cariñosamente).

Nos levantamos y nos sentamos a desayunar, y tras algunos "pásame el zumo de melocotón" y bromas sobre la ausencia de puré de melocotón- que es la consistencia del zumo por lo visto-, nos ponemos a desayunar. No sé qué decir, hace mucho que dejé de tener 16 (por lo menos 10 años van) y apenas recuerdo, me siento como en tierra de nadie; cada día tardo más en recordar mi adolescencia y mi infancia, ando mucho más cerca de lo que llaman "ser adultos". Y no os creáis que me sienta un poco mal en contadas ocasiones. En otras en cambio me doy cuenta de lo difícil que es tenerlo todo por delante y muchas ideas sobre el mundo adulto, que no tienen porqué ser verdad o estar cerca de lo que se van a encontrar realmente. O sí, a veces aciertan bastante bien.

Cogemos las bicis y listo, a la adobera. Organización confusa. No sé donde situarme. Nadie me dijo cómo iba esto, pero me voy enterando por las escasas instrucciones que consigo sonsacar a algunos chavales y por fin cuando llega Toñi me aclara mucho más.
Por primera vez he visto el lodo, cuando vamos al pozo a sacar agua. Hay que sacar unos cuantos cubos de esa substancia pringosa y apestosa; (en realidad las personas somos como pozos, a veces hay que sacar lodo para encontrar algo más bajo nuestra apariencia, si nos pillan en un mal momento).
Después a la piscina. Hablando con los chavales recuerdo la música que me gustaba. Ska-p, Reincidentes...Parece mentira que los mismos grupos sigan arrastrando a las mismas generaciones. Alba se ríe y me dice que si hecho de menos ser joven. - Sensación extraña. Hace unos días pensaba lo mismo yo de algunos profesores de mi facultad, si ellos no echarían de menos estar en nuestro lugar.
Respondo algo así como "niñaa" y me pone la mano por encima del hombro, en señal conciliadora.

Pero es que, me acuerdo tanto de mis momentos en el Club Cadarso, que me dan ganas de volver. La puerta está cerrada, pero bueno, aprovecharé que estoy aquí, en mis 26, tan lejanos para ellos.
Me he encontrado dos días entre dos mundos un tanto extraños para mí: El de los 17 y el de los 50 y tantos, con tanta historia detrás. Grandes contrastes: La firmeza y convicción de Victoriano y Toñi sobre lo que es enseñar y cómo hacerlo, sin excluir la política de la educación, y la suavidad e inseguridad de algunos chavales en contadas ocasiones explícita del todo.

Me quedo con algunas lecciones del maestro Victoriano, como aquella sobre la "atribución causal" (o el lanzamiento de improvisto de una botella con arena sobre la mesa que nos sobresalta, tras el cual nos pregunta ¿qué hemos pensado?), y ahora en mis momentos de reflexión me formulo una pregunta sobre si también será el prejuicio un resultado de las atribuciones causales, de forma repetida inconscientemente. Cuántas veces nos quedamos con la idea de que la gente siempre actúa igual siendo más verdad que las personas nunca actúan de igual forma salvo que tengan razones para ello.

Pisando el barro por la tarde descubro, que el barro no es bueno para las heridas (brillante descubrimiento, Sara, diréis... sí, soy poco lista para algunas cosas.) Moraleja: Cuanto más tierra y agua se echa sobre las heridas peor se curan. Es mejor echar algo que las desinfecte, aunque duela a horrores. Apliquemos esto a las situaciones complicadas, y ya tendremos una bonita metáfora.
La academia del barro acaba con risas y los pies llenos de porquería. Barbie, Chunga y la nueva (yo) nos secamos los pies con risas y comentarios sobre la jugada. Mientras, los chicos recogen a su ritmo las cosas en la adobera.
Dos días en Santa Eufemia podrían dar para bien poco, pero es más bien lo contrario, siento como si el tiempo se hubiera doblado, y me hubieran salido horas de más. Ahora en Madrid el tiempo vuela pero no duermo igual de bien. Extraña sensación.

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