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martes, 8 de julio de 2008

Tierna infancia

Hoy hemos salido al Espinar con los críos. Son 16 pequeños personajes de 4 años. A menudo me pregunto cómo nos verán. Para mí que somos bichos raros, que somos esa gente gigante que les da órdenes, les pide que hagan cosas que no quieren hacer, como comerse todo, echarse crema solar (con lo latazo que es echar esa pringue asquerosa factor 50 que parece betún para zapatos) o la difícil tarea de portarse bien.

Cuando les pregunto qué es portarse bien, la gran mayoría responde con un escueto "no lo séee". (Si ellos no lo saben, yo cada día descubro que eso es algo que nunca se descubre del todo)

No importa, allí están ellos, en su pequeño mundo, tratando de entender porqué tienen que ir en fila y cogidos de la mano y no corriendo a su antojo, o porqué se les lleva a un lugar donde el agua está congelada y apenas se pueden bañar unos minutos, salir corriendo del agua y ponerse al sol para no costiparse.
Allí están para mirarte con esos pequeños ojos y decirte: "no encuentro mis chanclaaas" que probablemente estarán debajo de la toalla, o para llorar porque un compañero ha derramado la crema solar sin darse cuenta sobre su mochila.
O bien, porqué no, para corretear y tirarse las piñas que encuentren por el suelo, felizmente, sin que nadie resulte dañado por ello. Son las pequeñas guerras de la infancia, y tienen un final casi feliz, y si hay algún herido, se llora un poco, se acusa al compañero y a los dos minutos, amigos otra vez.

Si digo que los envidio, me quedo corta, aunque por otro lado les estoy agradecida por haberme regalado un trocito de su pequeño corazón, y estar día tras día diciendome: Saraaaaa, no quiero comer máaaaas" o contándome sus pequeñas cosas de cada día.

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