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viernes, 15 de febrero de 2008

¿Libres o esclavos?

Hoy respiro cierta libertad al comprobar que, pese a que el trabajo me parece a veces un poco axfisiante, no hay nada más grato que conseguir pequeñas metas con los niños.

Es que, en realidad, ellos son los que nos hacen ver, que la prisa es algo que no va con ellos.Muchas veces me pregunto, en qué momento olvidé que lo pequeño es grande. Espero que ellos me ayuden a encontrar el camino de vuelta a las cosas insignificantes. Que no son tan insignificantes, en realidad.
No sé en qué momento dejé de confiar en la gente. No sé porqué, este camino es necesario para seguir para adelante. Toda persona tiene que pasar por ahí, por pensar que no todo el mundo es de fiar. ¿y luego qué? Aprender cosas como, que no hay nada mágico porque siempre vienen dificultades tarde o temprano. Que las cosas son imperfectas, vamos.

Que hay quien por dinero vendería a sus propios hermanos. Ignoro en qué momento de la existencia una persona decide que el dinero importa más que la gente. O aquel en el que, se decide cerrar las puertas a las personas diferentes por miedo.
Hay tantas cosas que se aprenden que no se deberían aprender, que me gustaría regresar al origen en el que, sólo me preocupaba por buscar piedras en el parque, o hacer pasteles de arena.
El mundo crece cuando crecemos, ¿y la libertad? Hay quienes dicen que sí, que somos más libres a medida que crecemos. No lo sé, tal vez más autónomos, pero ¿más libres?

La especialización de los adultos es tan sumamente perfecta para los niños... pero creo sinceramente, que si supieran lo que les espera, preferirían quedarse ahí, en ese momento. No somos en absoluto lo que ellos creen.
Sí que somos un poco fiasco en ocasiones. Si ellos supieran, tal vez dirían: me quedo en esta edad.
Lo lamentable es que, el tiempo no perdona, y cuando te quieres dar cuenta estás ahí, en el otro lado de las cosas, mirando prácticamente la vida, como si fuera algo de lo que tienes que sacar partido.
En cambio, mira a los niños jugar, vale, no dejan de pegarse por los juguetes. Pero no hay mayor ambición que conseguir el juguete del otro. Una vez lo han logrado, se acabó, fin de la pelea. No es ideal ni mucho menos, digamos que es una especie de felicidad un poco torpe, pequeña, como ellos. Se reduce a las satisfacciones más primarias. Como luego existo. Duermo luego existo. Me como los mocos, luego existo.
En cambio mirémosnos los adultos: cuando conseguimos una cosa, queremos otra, y después otra, y luego otra. Y después otra. Y luego otra. Y así sucesivamente.
¿Acaso eso es libertad?

¿Cuál es realmente la conquista de la libertad? ¿Caminar sobre dos piernas? ¿Poder hacer el amor de pié? ¿Tener esa cosa llamada "encéfalo" que nos hace preocuparnos constantemente por todo? ¿Tener aquello que llaman capacidad para "razonar"? ¿Poder pulsar los botones del mando a distancia? ¿Tener la posibilidad de ser explotados en un trabajo por 700 cochinos euros?

¿Cuál es la condición de posibilidad de la libertad?

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