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sábado, 21 de junio de 2008

Educación, conocimiento y justicia

Durante 3 días de mi vida, mañana y tarde he estado asistiendo al IV Congreso Internacional de Filosofía de la Educación (No he tomado anfetas, lo juro, soy una chica sana).

Me gustaría recoger algunas conclusiones muy generales (dada la limitación tenológica, es mejor no saturar las páginas promoviendo el aburrimiento/aturdimiento.)
Tales conclusiones no son más que el producto de escuchar durante tres días, por lo menos 20 ponencias si no calculo mal o me quedo corta, (cada una es un compendio de muchas ideas a su vez, es como la historia interminable...

En primer lugar hablar de cómo ha estado casi omnipresente, el conflicto entre las familias y el estado, la tensión que existe entre la imposición legal (en palabras de los que mantienen que existe un totalitarismo estatal) y la voluntad de los padres. Tensión que por otro lado no se puede negar y que siempre ha tenido presencia en la escuela, desde infantil hasta inclusive la E.S.O.-
Explicar esta relación conflictiva en términos de política, en realidad como dijo uno de los ponentes, deja a los educadores como si fueran peleles, simples muñecos que son manejados por las leyes educativas, y resta a la escuela pública, sobretodo, la importancia de la labor positiva que está realizando, al acusar a los profesores de "estar legitimados por la legislación y por la obligatoriedad de asistencia a la escuela pública".
Eso por un lado, por otro, decir a favor de esta tésis (defendida por dos de mis profesores de la facultad a los que aprecio bastante) que si es verdad que existe un normativismo aplastante, que incluso para que la gente respete en el metro y no fume en tus narices haya que prohibirlo, es algo que no deja mal al estado únicamente, sino a la sociedad española que necesita siempre de prohibiciones para funcionar (y si no que me expliquen cómo es posible que la gente sólo respete la velocidad en las carreteras cuando sabe que hay un radad a 50 metros).-
Son cuestiones que no dejan de estar presentes, pero que a mí me da que encierran mucho más que una tensión conflictiva entre el estado y el individuo. La pregunta sería si realmente los individuos e individuas que componemos esta sociedad tenemos el civismo suficiente como para hacernos responsables de lo que sucede, si no es que existe una flojera ética, más allá de las invasiones que esté haciendo el gobierno en cuanto a la legislación educativa se refiere.
(cuidado con esto, que no estoy defendiendo la total intervención estatal)
Es decir, apuntando de una forma bastante arriesgada en una dirección tal vez incorrecta, diría que se trata de que hay que garantizar de algún modo lo que no garantiza el mercado (que en ningún caso es neutral, está movido por intereses que no siempre son objetivos; fíate tú de la oferta y la demanda) y que la sociedad en la que vivimos no está preparada para funcionar bajo supuestos liberales, porque para ello haría falta que nuestra sociedad tuviera una fuerza democrática mayor de la que tiene.

En segundo lugar, hablando de otras conferencias, destacar la presencia de los filósofos posmodernos y más partidarios de una filosofía hermenéutica (que me han transmitido muchísimas ideas prácticas en mis próximo trabajo como monitora) en su debate sobre el silencio, sobre lo no explícito, o aquello que se le escapa a la palabra cuando nombra, de cómo lo inexplicable forma parte de la educación.
Con ellos, de acuerdo en lo aplastante del discurso pedagógico grandilocuente. En cuanto a su concepción de la ética, de la no explicación del comportamiento, me apetece hablar de que la explicación del comportamiento es necesaria (como bien decía MacIntyre en Tras la virtud, las personas dan cuenta de sus explicaciones en un contexto y en una historia, pero para ello hay que estar dentro del tablero de juego. No sé si eso es moral o qué es, aquí tengo importantes lagunas que ir tapando, leyendo supongo). Necesaria pero no ha de ser impuesta; hay que saber callar para poder dejar lugar a la explicación o a la ausencia de explicación; es importante saber que hay momentos en los que un comportamiento no tiene porqué tener razones.

En tercer lugar, cómo no hablar de la presencia, casi viva de Aristóteles, creo que le invitaron pero no pudo asistir al congreso por razones de inconsistencia corpórea más bien, pero los mediums-filósofos deben haber afinado sus sentidos mucho para hablarnos del ilustre ateniense con tanta claridad; al menos en tres o cuatro ponencias que elegí, y también como no, de otro grandioso de la filosofía griega, Sócrates, que ha revivido en lo que se refiere al diálogo y su importancia en la educación y la Mayéutica socrática (debía ser un gran maestro), y en cuanto a la invitación de uno de los ponentes a crear un "juramento socrático para la profesión del educador" . En cuanto tenga tiempo, creo que me voy a poner a escribir sobre ello... (quien fuera eterna para poder hacerlo todo, leer 200 libros y escribir sobre ellos...ufff)

A Aristóteles nunca le he sabido sacar ninguna fisura en el discurso pedagógico, es más me ha cambiado la vida plantearme las cosas en función de una finalidad positiva no sólo eficaz, sino para mi propia persona y por lo tanto para las personas que me rodean (porque ambas cosas no tienen porqué contradecirse necesariamente, aunque yo no sea los demás y tenga de vez en cuando choques con ellos). A este otro punto, la ética de Aristóteles... habría que dedicarle más que tratados, la vida entera, si es que lo que me han explicado es verdad. Más aún no puedo evitar hablar del medio incluido en el fin, de que las metas están relacionadas intrínsecamente con los medios que te conducen a ella. Cualquier separación de metas y fines, al menos en educación (y en la amistad, cómo no) resulta un error. Y claro, cómo no decir, que estos fines han de ser buenos.

Se podría decir muchísimo más, pero mis neuronas se están recalentando con este tiempo, y no creo que pueda seguir escribiendo. Si aburrí, lo siento; en cualquier caso, me quedo con la sensación de que esta entrada calla mucho más de lo que dice, y mientras escribo se me escurren las ideas entre las palabras. ¿Qué más decir de lo indecible en el problema de la verdad y la transmisión educativa?
Me informa Wittgenstein que mejor que me calle, que ya estoy diciendo demasiado.

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