La batalla continúa.
Sigo pegándome con mi memoria histórica personal, mirándome el ombligo y de vez en cuando sorprendiéndome en plan comparativo, diciéndome: ahora eres mejor que antes.
Eso es lo bueno, que no tengo memoria nostálgica, yo miro hacia adelante como si nada, borrando huellas, arrasando con todo, como si nada, y cada paso es mejor que el anterior.
Pongamos que mi memoria no es precisamente nostálgica. Más bien es una memoria que me dice: "ey, esto es mejor, sigue así. ¿recuerdas cuando no hacías las cosas tan bien?" En fin, memoria optimista, donde las haya. Nunca estuve tan bien como ahora, tal vez sea eso, la buena vida, que alimenta el optimismo.
Lo complicado es que, como cambio mucho de amistades, no por mi culpa sino porque la gente se me va fuera de Madrid, o simplemente en unos pocos años las cosas se van moviendo, no puedo reconstruir esa memoria con estas personas. Simplemente es una memoria móvil, la única que puede valorar eso soy yo.
Pero... la memoria histórica no es una sola memoria. Como decía ayer, es algo más, una construcción común. Hay datos, hay gente cuya familia murió en la guerra civil, hay realidades, puras y duras (no puedo comparar mi vida con la memoria histórica así sin más, sería un desatino) y hay versiones...
Y qué versiones más desproporcionadas. Y lo peor es la versión de los que no lo vivieron y han alimentado su imaginación con tonterías, con falsos ídolos y falsas imágenes de la vida. Los hijos de la guerra civil, porque los mayores que vivieron aquello lo saben mejor que nadie, pero los que oyeron las historias, las transformaron a su antojo y ahora quién sabe qué fue aquello realmente.
En cierto modo esa memoria también es móvil, pero se mueve al antojo de los que quieren tirar para su lado, de los que quieren silenciar las cosas o contarlas como ellos prefieren.
Nosotros sabemos que existió una guerra, ahora bien, no conocemos lo que realmente fue, por muchos libros que miremos. Nadie nos va a dar el conocimiento necesario para saber lo que es correr bajo las trincheras, o vivir las cartillas de racionamiento, o tener que huir de tu pueblo por ser rojo o azul. Nadie nos va a decir lo que es pisar una mina y quedarse sin pierna, o esconderse en el monte pasando hambre y miedo.
Lo que nos queda es el humo de la pólvora, el resentimiento de fondo, y da la impresión de que, aunque algunos lo piensen así, España aún no se ha recuperado del atraso de aquella época, y vamos arrastrando algo, una cadena que nos pesa y que a veces hace parecer que aquello aún no ha cicatrizado lo suficiente.
Y como la situación lo requiere, citando a Def con dos "España no es roja, España no es azul, España es ahora negra como el betún", como diría el Sr Friki.
Sea como sea, no me puedo quitar de encima esta maldita impotencia, esta maldita sensación de que, las cosas se repiten mucho, y se progresa demasiado lentamente en este país. Me siento pegada a un país que siempre saca un rosco en todas las evaluaciones europeas, que parece siempre el último del cole, la niña ignorada en una esquina del patio.
Si pudiera borraría de un plumazo las guerras porque son un atraso para los países que las pasan, aún años después de lo sucedido.
domingo, 2 de diciembre de 2007
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