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jueves, 3 de enero de 2008

Convivir con la locura (1)

Dónde termina lo racional, y dónde empieza la locura sólo se puede decir desde un lado u otro...

Resulta complicado asimilar que, de un plumazo toda la racionalidad pueda desaparecer, convertirse en algo difuso. La simple idea de perder el norte es pavorosa por sí misma. Lo sabemos las personas que convivimos con enfermos mentales, lo sabemos por que lo hemos probado por nosotros mismos, por la convivencia con gente que es valiosa, pero que ha perdido el norte y, que a la mínima puede empeorar.

Es como una muralla, un muro que impide ver la luz del sol. Las personas que padecen una enfermedad pueden negarla, pero los que estamos con ellos podemos ver cómo les oscurece, hasta el punto de negar sus propios actos, de anular su voluntad y dejarla en manos de arrebatos irracionales, de puntos de vista tan tergiversados, que niegan lo que tienen delante de sus narices.

Nadie sabe lo que sufre el que cuida a un enfermo mental. Te pueden fallar las piernas o los brazos, pero no hay cuerpo más maltratado que el de aquel que pierde la razón. Baste con visitar un centro psiquiátrico, y mirar a las personas que deambulan por este lugar.
Baste con estar por un rato, escuchando la soledad que rodea a este tipo de personas, y a las que las cuidan, convirtiéndose en enemigos unos de otros, desconfiando continuamente, hasta el absurdo...
Cuando alguien se lamenta porque tiene que hacer cosas, o porque no tiene todo lo que desea, me gustaría gritarle a la cara: anda, date una vuelta por el hospital de Cantoblanco, y verás lo que allí se cuece. Nadie entenderá lo que es tener miedo de caer en el agujero negro de la locura, de caer, y la atracción letal de la misma caida que asusta. Es como la náusea de Sartre, la misma sensación de repelencia y atracción.

Pregúntale a la gente que ahí está si es feliz, si tiene amigos, si puede incluso plantearse alquilar un piso. Es aterrador, escuchar historias tan espeluznantes y tan sumamente oscuras que te hacen erizar la piel y al mismo tiempo decir: menos mal que mis pensamientos están en su sitio.
Viven, y existen, aún en navidad, que está de moda decir que la bondad está en todos los lados. No obstante, muchos de ellos ni siquiera reciben visitas, porque no tienen familia...

¿dónde está Dios? ¿Por qué nos ha dejado semejantes cargas?

Mi respuesta, puede ser demasiado optimista, pero soportar la dura prueba que supone vivir con un esquizofrénico, aguantar toda la carga que supone vivir con una carga tan grande, nos hace fuertes, más que nunca. Alienta la solidaridad de la gente que tienes alrededor, te hace abrirte al mundo.
Y más que nunca, como cualquier tragedia o desdicha, tener un problema hace que tus propias fuerzas se prueben, te preparen para muchas cosas. Si bien se pierde mucho tiempo de vida en problemas, los problemas al final nos acaban azotando a todos y todas, tarde o temprano, y la superación a veces abre nuevas puertas que jamás se podrían concebir de otro modo.

Dedico este post a aquellas personas que sufren la situación que he descrito. Será duro, y a veces parecerá que la luz nunca llega. Pero existe, siempre hay una salida, hay que saber mirar, sed fuertes, tanto familiares como enfermos, tratad de mirar a vuestro alrededor, y conseguir que no os coma el problema por dentro.
No hay nada que me parezca más doloroso que pensar en esto. Pero hoy me he encontrado con una mujer cuya situación raya con el límite. Y lo único que le he podido decir es que, sea fuerte.
Por eso le dedico este post.

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