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sábado, 29 de septiembre de 2007

La importancia del silecio

No entiendo la prisa de la gente por encontra en el momento aquello que desean, el amor de su vida, la casa de sus sueños, el trabajo de su vida, las amistades que permanecerán ahí para siempre en la memoria...

Lo inhabitual es encontrar algo cuando tienes prisa. Ayer en una conversación con unos recién conocidos me dí cuenta de lo interesante y seductor que es el misterio de la gente. El silencio. Lo que no se dice en una conversación a veces dice más que lo que se dice, porque nos da la noción justa de aquello que se está omitiendo, o al menos de que se está omitiendo algo intencionadamente. Y tras la intención hay algo interesante casi siempre.
Mucho más interesante que los tópicos conversacionales por los que podemos escapar, que los derroteros por los que huimos cuando una persona extraña decide preguntar cosas que, no queremos que conozca porque nos acaba de conocer.

Hay que prestar oidos al silencio, saber percibirlo adecuadamente. Creo que pocos humanos pueden hacerlo o se dan cuenta, al menos de los que vivimos en esta gran ciudad porque siempre estamos buscando la respuesta, el ruido, y no percibimos que bajo el ruido hay otra cosa, ese algo que nos está indicando que hay realmente en la persona que nos está hablando, qué se encuentra debajo de ese figurar sociabilidad o amabilidad.

Tengo grabada en mi cabeza una conversación que me dejó atónita y jamás creo que olvide:
Un profesor de la facultad al que admiro muchísimo (o admiraba porque hace mucho que no le veo, pero creo que la admiración persiste) me preguntó porqué no podía seguir estudiando directamente. (ya había eludido la pregunta otras veces de forma no directa y le intrigaba)

Me vi en un minuto como si alguien estuviera escudriñándome el alma, como si estuviera queriendo mirar más allá de mi máscara de felicidad (por aquel entonces fingidísima), sentí mi alma al aire, porque esa pregunta era intencionada, el tipo sabía que había algo más, algo que yo no dejaba ver tras esa sonrisa y ese fingir alegría. O eso creo, y me lo estoy inventando y tuvo el don de la inoportunidad.
La pregunta no fue respondida como podéis imaginar ni aquí va a ser respondida, porque aquello ya ha pasado y he decidido seguir adelante con los estudios por circunstancias que lo han favorecido. Pese a que no le respondí, la pregunta rebotó en algún lugar de mí, y me llevó a planteármelo realmente como una opción, ese "por qué no" se convirtió en un...y qué voy a seguir estudiando, hasta llegar aquí, a la facultad de nuevo.
¿Veis? Lo admirable fue que ese tipo supo escuchar el silencio de la respuesta, no el ruido que quise producir para que no se oyera en el fondo un "ojalá".

Una de mis metas cuando sea profesora de verdad, de verdad de la buena con un horario amplio, será saber interpretar los silencios o al menos saber que existen y poder intuir la importancia de ese silencio, sabiendo respetarlo. A veces los maestros y maestras no saben percibir que, cada persona necesita poder callar aquello que le duele demasiado como para ser expresado con palabras. A eso me parece que lo han llamado "tacto".

1 comentario:

Sr.DelGaS dijo...

Wenas reina, yo soy de los que opinan eso también, ya lo sabes, pero creo que yo sí que sé interpretar esos famosos silencios y esas famosas contracciones de músculos de la cara, es muy útil para muchas cosas, como por ejemplo, para darse cuenta de como es la gente de verdad