De un tiempo a esta parte han desaparecido la impaciencia sustituida por otra cosa: la necesidad de darle tiempo a las cosas para que fluyan, para que sean, sin más, sin tener que dirigirlas o rechazarlas porque no son lo que yo quiero.
Siendo así, es como me puedo relajar un poco, admirar el paisaje sin forzar la máquina y detenerme en los detalles y formas que se van dibujando en el aire, sin aferrarme a ellos, dejándolos ir, dejándolos marcharse por donde han llegado.
Lo que parece falta de voluntad es lo contrario: saber admitir las cosas tal y como son, para seguir con ellas, o no, según vayan surgiendo las cosas. Dejarlas ser, tal y como son, simplemente, porque ya basta de condicionarlo todo sin disfrutar. Es hora de escuchar y comprender, abiertamente, de descerrajar las puertas y abrir el alma a lo nuevo.
viernes, 5 de octubre de 2007
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1 comentario:
Tan solo puedo poner una cosa:
¡¡qué palabras tan sabias!!
Un beso reina
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