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miércoles, 31 de octubre de 2007

Dedicado a Halloween... más monstruitos

Como ya queda menos para esa noche yanki que se celebra más que el carnaval, y que se ha metido en los colegios como si fuera una obligación moral o algo así, cuando nunca antes se le daba una mínima importancia, voy a dedicarle unas líneas a otro monstruo igualmente abominable que sale a pasear en cualquier momento de nuestra vida y que puede ser mucho más pavoroso a largo plazo que las brujas, monstruos o bichos varios que pueblan la noche de Halloween en las películas.

Voy a hablar de La autocomplacencia.

Tiene unas manitas chiquititas y temblorosas que roban autoestima y piropos y exigen atención, mucha atención por parte de la gente. A sus víctimas las deja con cierto aire de autosuficiencia, de superioridad, y con cierta exigencia de adoración por parte de otros.

No confundir con la autoestima, que son cosas muy distintas. La autoestima es autovaloración, la autocomplacencia es autodevoración, y falta de autoestima.
Nos podemos encontrar muchos autocomplacientes en diversos campos, así como en las facultades, vendiéndoles a los alumnos sus propios libros como si no existieran otros del mismo tema en el mercado, o en la calle con la gente que se cree que ha de ser adorada por siempre jamás, así como en algunas aulas; recientemente una compañera de trabajo me dijo:

"si me voy de aquí, el colegio pierde porque soy una profesora buenísima, pierden tanto los niños como el colegio, vamos. No pienso aguantar ni media de esos niñatos."

Si alguien que lee esto piensa ser maestro o maestra, por favor que no se deje comer por este monstruo, porque al final, lo peor de todo es que la gente lo confunde con profesionalidad, y ya la hemos liado parda.

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